El corsé, prenda de nobles y putas

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Hay todavía personas que consideran que cierta moda, ciertos estilos y looks, solo pertenecen a un determinado grupo social. La elegancia de un visón, por ejemplo, solo la puede llevar una mujer que tenga un buen estatus económico. En manos de una mujer “cualquiera”, esa misma prenda no luciría igual. Es un pensamiento bastante clasista, desde luego, pero que se ha ido perpetuando en la mente colectiva, en ocasiones también por el precio de algunas prendas. Por supuesto, pasa mucho más con las marcas que con prendas en sí. Abrigos de visón hay de todos los precios, pero la marca es lo que los hace ser accesibles o inalcanzables. Ocurre lo mismo con los zapatos y los accesorios. Hay mujeres que sueñan con poder llevar un bolso de tal o cual firma, pero cuando este cuesta como un mes entero de sueldo, se lo piensan dos veces antes de comprarlo, o directamente ni lo intentan

La moda está hecha para ser disfrutada por todos, o al menos debería ser así. Quien más quien menos, que pueda tener la oportunidad de vestir bien, a su estilo, sin que los precios de las prendas marquen lo que debe llevar. Por desgracia, como en cualquier otra industria o negocio, esos precios son los que mandan. Y no solo eso. Hay prendas que también hemos catalogado dentro de un estilo concreto, y llevarla en otro contexto es un gran atrevimiento. Lo estamos comprobando, por ejemplo, con la vuelta de cierta estética retro, de chándal y sudadera, por parte de algunos artistas musicales. En galas donde lo habitual es llevar un vestido pomposo o un traje de etiqueta, estos nuevos artistas rompen con lo establecido para marcar tendencia a través de su estilo. No es algo nuevo, claro está, porque lo llevamos viendo desde hace mucho tiempo. El atrevimiento de ciertas mujeres a llevar ropa de hombre, por ejemplo, fue un escándalo en su momento. Y el caso de los corsés, prenda que ha pasado de ser glorificada a marginada, es otro buen punto sobre el que discutir y reflexionar, para ver cómo la moda también categoriza a las personas.

Qué es un corsé

Pero primero vamos a delimitar claramente lo que significa corsé, para que no haya ningún malentendido. Denominamos así a la prenda que se lleva en el torso de una persona, normalmente una mujer, y que ayuda a estilizar la figura en la parte de la cintura. El corsé suele constar de una parte delantera que sea visible o se lleve bajo la ropa, de un solo cuerpo, que ocupa toda la zona del abdomen, y una parte trasera conformada por lazos o cordones, para ajustarlo. De hecho, solo deberíamos denominar corsés a las prendas que funcionan de esa manera, ajustándose desde detrás, para encoger la cintura, resaltar las caderas y elevar el pecho. Hoy en día se venden muchos tops o bluster que se denominan corsés, sin serlo realmente, aunque cumplen una función similar.

Historia del corsé

Lo más curioso de todo es que si viajamos en el tiempo y regresamos hasta los inicios de esta prenda, descubriremos que el corsé se creó para estilizar, pero sobre todo, para enderezar la figura. Hay vestigios de prendas de este tipo ya en la Antigüedad, sirviendo para corregir la postura de las mujeres y estilizar su figura. El corsé vivió una época de altibajos hasta que en el siglo XVI volvió a ponerse de moda, en la corte de los Medici, en Italia. Fue ahí donde surgió esa relación hoy en día ineludible en nuestra mente, de asumir que el corsé era una especie de prenda de la nobleza. Las mujeres que podían permitírselos los llevaban bajo la ropa, encantadas de sugerir sus hermosas cinturas y sus escotes turgentes gracias a dicha prenda. En aquellos tiempos se tenían que hacer a mano, y eran únicos, hechos a medida.

El corsé se convirtió en una prenda indispensable para la alta sociedad a partir de entonces, y hasta hace no tanto. Por supuesto, los gustos iban cambiando, y el tipo de corsé podía variar en otros más finos y elegantes, que incluso podían ponerse por encima de la ropa. Las cortesanas, mujeres que trabajaban en la corte y eran amantes extraoficiales de los nobles, comenzaron a llevarlos. Y aquello que se convirtió también en el puente hacia la relación icónica de las mujeres de la calle con los corsés. Al final y al cabo, estilizan tanto la figura que cualquier profesional del sexo defenderá su uso, como un arma más de seducción para conseguir clientes. En las últimas décadas, los corsés también han entrado dentro de la moda mainstream, especialmente en determinados estilos como el gótico, donde son muy habituales. También es común verlos en mujeres con un look más agresivo, casi rozando el BDSM.

Muy utilizado por la nobleza

El viaje del corsé desde los palacios a las calles y burdeles se entiende por un propósito común para aquellas que lo llevan: resultar más atractivas. Tanto las mujeres de la nobleza en el siglo XVI como las prostitutas actuales quieren provocar ese deseo, ese interés en los hombres. Es obvio que los corsés que se utilizaban por parte de estas nobles en aquella época eran más finos, más caros, hechos con materiales especiales. De la misma forma, a veces eran tan ajustados que estas mujeres apenas podían moverse e incluso llegaban a respirar con dificultad. Estos corsés sirvieron también para crear la idea de los sujetadores push up, aquellos que aprietan y levantan el pecho para dar una sensación de más exuberancia. A partir del siglo XIX, el corsé abandonó la mayoría de cortes para conquistar las calles.

Prenda imprescindible para las prostitutas

Y es ese precisamente el momento en que las meretrices lo acogen con los brazos abiertos, para convertirlo en su prenda fetiche. A finales del siglo XIX, en los salones de caballeros y cabarets de París, no había una sola mujer que no presumiera de figura gracias a uno de estos corsés. Adornados con encaje o plumas, hechos en terciopelo y otros materiales especiales, los corsés se convirtieron en una prenda indispensable también para este negocio. Y el tiempo lo ha mantenido, entre aquellas prostitutas que todavía quieren dar ese punto de elegancia y sensualidad que la propia prenda aporta. Hoy en día podemos encontrar corsés ya incluso en cualquier discoteca, en chicas que lo han adoptado como parte de su armario, al igual que la minifalda o los top lenceros. Son prendas que nacieron con la firme intención de ser armas de seducción, y de hecho, han logrado llegar al gran público de esa manera.